En un mundo ajetreado, muchas veces se nos olvida que un día fuimos niños, no dejemos que la adultitis nos contagie.
martes, 23 de agosto de 2016
Declaración Universal del Derecho a Escuchar Cuentos
1. Todo niño, sin distinción de raza, idioma o religión, tiene derecho a escuchar los cuentos más hermosos de todas las tradiciones orales de los pueblos, especialmente aquellos que estimulen su imaginación y su capacidad crítica.2. Todo niño tiene pleno derecho a exigir que sus padres le cuenten cuentos a cualquier hora del día. Aquellos padres que sean sorprendidos negándose a contar un cuento a un niño, no sólo incurren en un grave delito de omisión culposa, sino que se están autocondenando a que sus hijos jamás les vuelvan a pedir otro cuento.3. Todo niño que por una u otra razón no tenga a nadie que le cuente cuentos, tiene absoluto derecho a pedir al adulto de su preferencia que se los cuente, siempre y cuando éste lo haga con amor y ternura, que es como se deben contar los cuentos.4. Todo niño tiene derecho a escuchar cuentos sentado en las rodillas de sus abuelos. Aquellos que tengan vivos a sus cuatro abuelos podrán cederlos a otros niños que, por diversas razones, no tengan abuelos que se los cuenten. Del mismo modo, aquellos abuelos que carezcan de nietos están en libertad de acudir a escuelas, parques y otros lugares de concentración infantil donde, con entera libertad, podrán contar cuantos cuentos quieran.5. Todo niño está en el derecho de saber quiénes son José Martí, Hans Christian Andersen, Elena Fortún, Lewis Carroll, Elsa Bornemann, Carlo Collodi, Gloria Fuertes, María Elena Walsh, entre otros. Las personas adultas están en la obligación de poner al alcance de los niños todos los libros, cuentos y poemas de esos autores.6. Todo niño goza a plenitud del derecho a conocer las fábulas, mitos y leyendas de la tradición oral de su país.7. El niño tiene derecho a inventar y contar sus propios cuentos, así como modificar los ya existentes, creando su propia versión. En aquellos casos de niños muy influidos por la televisión, sus padres están en la obligación de descontaminarlos conduciéndolos por los caminos de la imaginación de la mano de un buen libro de cuentos infantiles.8. El niño tiene derecho a exigir cuentos nuevos. Los adultos están en la obligación de nutrirse permanentemente de nuevos relatos, propios o no, con o sin reyes, largos o cortos, Lo único obligatorio es que éstos sean hermosos e interesantes.9. El niño siempre tiene derecho a pedir otro cuento, y también a pedir que le cuenten un millón de veces el mismo cuento.10. Todo niño, por último, tiene derecho a crecer acompañado de las aventuras de Alicia y el lobo, del "Tío Tigre y Tío Conejo", de aquel burrito que se llamaba Platero, del gato que tenía unas botas de siete leguas, del colorín colorado de los cuentos y del inmortal "Había una vez...", palabras mágicas que abren las puertas de la imaginación en la ruta hacia los sueños más hermosos de la niñez.DECRÉTESE Y PUBLÍQUESE
miércoles, 17 de agosto de 2016
martes, 16 de agosto de 2016
El Rey Leòn
Esta es la historia del considerado como Rey de la Selva. Estamos hablando del Rey León.
En una selva virgen, un lugar en el cual viven muchos animales salvajes que luchan por mantener equilibrio natural y donde la ley del más fuerte tiene mucho poder, encontramos al león Mufasa, el cual reina solamente al lado de su esposa llamada Saraby. Juntos nos trajeron a Simba, su leoncito.
Simba seria el sucesor al trono, pero esto no le gusta a su tío Scar, hablamos del hermano mayor de Mufasa, el cual se siente bastante resentido porque no puede reinar y esto le hace preparar un plan para apoderarse del trono.
En una selva virgen, un lugar en el cual viven muchos animales salvajes que luchan por mantener equilibrio natural y donde la ley del más fuerte tiene mucho poder, encontramos al león Mufasa, el cual reina solamente al lado de su esposa llamada Saraby. Juntos nos trajeron a Simba, su leoncito.
Simba seria el sucesor al trono, pero esto no le gusta a su tío Scar, hablamos del hermano mayor de Mufasa, el cual se siente bastante resentido porque no puede reinar y esto le hace preparar un plan para apoderarse del trono.
Siendo ayudado por tres hienas malvadas, Scar procede a crear una
treta en la cual el Rey Mufasa tendría que morir en una estampida, y de
esta forma provoca que sea Simba quien se sienta culpable de los hechos,
puesto que su padre murió al tratar de rescatarle, entonces huye a la
selva en donde las tres hienas intentan matarlo.
Justo en este lugar conoce a Timón, es un suricato que andaba
acompañado de Pumba, un facóquero, ellos le adoptan y luego establecen
una fuerte amistad. Parte de ello incluye la filosofía “Hakuna Matata”,
que significa: “Vivir sin preocupaciones”.
Durante este tiempo su tío Scar se queda con el trono mientras estaba
el funeral de Mufasa, esto significa el comienzo de una nueva era.
Pasados
varios años, Simba adulto rescata a Pumba cuando una leona iba a
comérselo. Se trata de Nala, su amiga de la infancia, la cual le pide
que recupere el trono.
Sufrían sin comida ni agua, puesto que el reino estaba mal gobernado.
Simba no quisiera renunciar a su estilo de vida, sin embargo, establece
comunicación con Rafiki el Mandril, este le dice cosas de su padre.
Le aparece el alma de su padre, el cual le dice quién es y de donde viene. Simba se decide a recuperar el trono después de reflexionar sobre esto.
Le aparece el alma de su padre, el cual le dice quién es y de donde viene. Simba se decide a recuperar el trono después de reflexionar sobre esto.
Todos confunden a Simba con su padre en un principio, este fue
testigo de cómo cayo en decadencia el reino y entonces se decide a
actuar. Simba le obliga a Scar a que pueda revelar el secreto guardado
durante años: que era responsable de la muerte de Mufasa.
Simba alega que todo fue un accidente, sin embargo, Scar junto a las hienas lo llevan a la cima de un precipicio.
Justo cae sobre el pastizal un trueno en seco, todo se incendia.
Simba se resbala y queda colgado del borde. Scar le confiesa que
realmente el asesino a su padre mientras le toma de sus patas. Simba
salta sobre Scar y le obliga a confesar frente a todos éste hecho.
En la batalla final, Scar termina siendo asesinado por las hienas,
entonces se cierra el ciclo de vida y Simba asciende al trono, y para
que todo terminara de maravilla, se casa con Nala, Rafiki luego
presenta a la futura sucesora de ambos, se trata de Kiara.
Aladino
Erase una vez una viuda que vivía con su hijo, Aladino. Un día, un misterioso extranjero ofreció al muchacho una moneda de plata a cambio de un pequeño favor y como eran muy pobres aceptó.
-¿Qué tengo que hacer? -preguntó.
-Sígueme - respondió el misterioso extranjero.
El extranjero y Aladino se alejaron de la aldea en dirección al bosque, donde este ultimo iba con frecuencia a jugar. Poco tiempo después se detuvieron delante de una estrecha entrada que conducía a una cueva que Aladino nunca antes había visto.
- ¡No recuerdo haber visto esta cueva! -exclamó el joven- ¿Siempre a estado ahí?
El extranjero sin responder a su pregunta, le dijo:
-Quiero que entres por esta abertura y me traigas mi vieja lampara de aceite. Lo haría yo mismo si la entrada no fuera demasiado estrecha para mí.
-De acuerdo- dijo Aladino-, iré a buscarla.
-Algo mas- agrego el extranjero-.
No toques nada mas, ¿me has entendido? Quiero únicamente que me traigas mi lampara de aceite.
El tono de voz con que el extranjero le dijo esto ultimo, alarmó a Aladino. Por un momento penso huir, pero cambio de idea al recordar la moneda de plata y toda la comida que su madre podía comprar con ella.
-No se preocupe, le traeré su lampara, - dijo Aladino mientras se deslizaba por la estrecha abertura.
Una vez en el interior, Aladino vio una vieja lampara de aceite que alumbraba débilmente la cueva. Cual no seria su sorpresa al descubrir un recinto cubierto de monedas de oro y piedras preciosas.
"Si el extranjero solo quiere su vieja lampara -pensó Aladino-, o esta loco o es un brujo. Mmm, ¡tengo la impresión de que no esta loco! ¡Entonces es un ... !"
-¡La lampara! ¡Tráemela inmediatamente!- grito el brujo impaciente.
-De acuerdo pero primero déjeme salir -repuso Aladino mientras comenzaba a deslizarse por la abertura.
¡No! ¡Primero dame la lampara! -exigió el brujo cerrándole el paso
-¡No! Grito Aladino.
-¡Peor para ti! Exclamo el brujo empujándolo nuevamente dentro de la cueva. Pero al hacerlo perdió el anillo que llevaba en el dedo el cual rodó hasta los pies de Aladino.
En ese momento se oyó un fuerte ruido. Era el brujo que hacia rodar una roca para bloquear la entrada de la cueva.
Una oscuridad profunda invadió el lugar, Aladino tuvo miedo. ¿Se quedaría atrapado allí para siempre? Sin pensarlo, recogió el anillo y se lo puso en el dedo. Mientras pensaba en la forma de escaparse, distraídamente le daba vueltas y vueltas.
De repente, la cueva se lleno de una intensa luz rosada y un genio sonriente apareció.
-Soy el genio del anillo. ¿Que deseas mi señor? Aladino aturdido ante la aparición, solo acertó a balbucear:
-Quiero regresar a casa.
Instantáneamente Aladino se encontró en su casa con la vieja lampara de aceite entre las manos.
Emocionado el joven narro a su madre lo sucedido y le entregó la lampara.
-Bueno no es una moneda de plata, pero voy a limpiarla y podremos usarla.
La esta frotando, cuando de improviso otro genio aun más grande que el primero apareció.
-Soy el genio de la lampara. ¿Que deseas? La madre de Aladino contemplando aquella extraña aparición sin atreverse a pronunciar una sola palabra.
Aladino sonriendo murmuró:
-¿Porque no una deliciosa comida acompañada de un gran postre?
Inmediatamente, aparecieron delante de ellos fuentes llenas de exquisitos manjares.
Aladino y su madre comieron muy bien ese día y a partir de entonces, todos los días durante muchos años.
Aladino creció y se convirtió en un joven apuesto, y su madre no tuvo necesidad de trabajar para otros. Se contentaban con muy poco y el genio se encargaba de suplir todas sus necesidades.
Un día cuando Aladino se dirigía al mercado, vio a la hija del Sultán que se paseaba en su litera. Una sola mirada le bastó para quedar locamente enamorado de ella. Inmediatamente corrió a su casa para contárselo a su madre:
-¡Madre, este es el día más feliz de mi vida! Acabo de ver a la mujer con la que quiero casarme.
-Iré a ver al Sultán y le pediré para ti la mano de su hija Halima dijo ella.
Como era costumbre llevar un presente al Sultán, pidieron al genio un cofre de hermosas joyas.
Aunque muy impresionado por el presente el Sultán preguntó:
-¿Cómo puedo saber si tu hijo es lo suficientemente rico como para velar por el bienestar de mi hija? Dile a Aladino que, para demostrar su riqueza debe enviarme cuarenta caballos de pura sangre cargados con cuarenta cofres llenos de piedras preciosas y cuarenta guerreros para escoltarlos.
La madre desconsolada, regreso a casa con el mensaje. -¿Dónde podemos encontrar todo lo que exige el Sultán? -preguntó a su hijo.
Tal vez el genio de la lampara pueda ayudarnos -contestó Aladino. Como de costumbre, el genio sonrió e inmediatamente obedeció las ordenes de Aladino.
Instantáneamente, aparecieron cuarenta briosos caballos cargados con cofres llenos de zafiros y esmeraldas. Esperando impacientes las ordenes de Aladino, cuarenta Jinetes ataviados con blancos turbantes y anchas cimitarras, montaban a caballo.
-¡Al palacio del Sultán!- ordenó Aladino.
El Sultán muy complacido con tan magnifico regalo, se dio cuenta de que el joven estaba determinado a obtener la mano de su hija. Poco tiempo después, Aladino y Halima se casaron y el joven hizo construir un hermoso palacio al lado de el del Sultán (con la ayuda del genio claro esta).
El Sultán se sentía orgulloso de su yerno y Halima estaba muy enamorada de su esposo que era atento y generoso.
Pero la felicidad de la pareja fue interrumpida el día en que el malvado brujo regreso a la ciudad disfrazado de mercader.
-¡Cambio lamparas viejas por nuevas! -pregonaba. Las mujeres cambiaban felices sus lamparas viejas.
-¡Aquí! -llamó Halima-. Tome la mía también entregándole la lampara del genio.
Aladino nunca había confiado a Halima el secreto de la lampara y ahora era demasiado tarde.
El brujo froto la lampara y dio una orden al genio. En una fracción de segundos, Halima y el palacio subieron muy alto por el aire y fueron llevados a la tierra lejana del brujo.
-¡Ahora serás mi mujer! -le dijo el brujo con una estruendosa carcajada. La pobre Halima, viéndose a la merced del brujo, lloraba amargamente.
Cuando Aladino regreso, vio que su palacio y todo lo que amaba habían desaparecido.
Entonces acordándose del anillo le dio tres vueltas. -Gran genio del anillo, ¿dime que sucedió con mi esposa y mi palacio? -preguntó.
-El brujo que te empujo al interior de la cueva hace algunos años regresó mi amo, y se llevó con él, tu palacio y esposa y la lampara -respondió el genio.
Tráemelos de regreso inmediatamente -pidió Aladino.
-Lo siento, amo, mi poder no es suficiente para traerlos. Pero puedo llevarte hasta donde se encuentran. Poco después, Aladino se encontraba entre los muros del palacio del brujo. Atravesó silenciosamente las habitaciones hasta encontrar a Halima. Al verla la estrechó entre sus brazos mientras ella trataba de explicarle todo lo que le había sucedido.
-¡Shhh! No digas una palabra hasta que encontremos una forma de escapar -susurró Aladino. Juntos trazaron un plan. Halima debía encontrar la manera de envenenar al brujo. El genio del anillo les proporciono el veneno.
Esa noche, Halima sirvió la cena y sirvió el veneno en una copa de vino que le ofreció al brujo.
Sin quitarle los ojos de encima, espero a que se tomara hasta la ultima gota. Casi inmediatamente este se desplomo inerte.
Aladino entró presuroso a la habitación, tomó la lampara que se encontraba en el bolsillo del brujo y la froto con fuerza.
-¡Cómo me alegro de verte, mi buen Amo! -dijo sonriendo-.
¿Podemos regresar ahora?
-¡Al instante!- respondió Aladino y el palacio se elevo por el aire y floto suavemente hasta el reino del Sultán.
El Sultán y la madre de Aladino estaban felices de ver de nuevo a sus hijos. Una gran fiesta fue organizada a la cual fueron invitados todos los súbditos del reino para festejar el regreso de la joven pareja.
Aladino y Halima vivieron felices y sus sonrisas aun se pueden ver cada vez que alguien brilla una vieja lampara de aceite.
lunes, 15 de agosto de 2016
El Gato con Botas
Érase una vez un molinero que tenía tres
hijos. El hombre era muy pobre y casi no tenía bienes para dejarles en
herencia. Al hijo mayor le legó su viejo molino, al mediano un asno y al
pequeño, un gato.
El menor de los chicos se lamentaba ante sus hermanos por lo poco que le había correspondido.
–
Vosotros habéis tenido más suerte que yo. El molino muele trigo para
hacer panes y tortas y el asno ayuda en las faenas del campo, pero ¿qué
puedo hacer yo con un simple gato?
El gato escuchó las quejas de su nuevo amo y acercándose a él le dijo:
–
No te equivoques conmigo. Creo que puedo serte más útil de lo que
piensas y muy pronto te lo demostraré. Dame una bolsa, un abrigo
elegante y unas botas de mi talla, que yo me encargo de todo.
El
joven le regaló lo que le pedía porque al fin y al cabo no era mucho y
el gato puso en marcha su plan. Como todo minino que se precie, era muy
hábil cazando y no le costó mucho esfuerzo atrapar un par de conejos que
metió en el saquito. El abrigo nuevo y las botas de terciopelo le
proporcionaban un porte distinguido, así que muy seguro de sí mismo se
dirigió al palacio real y consiguió ser recibido por el rey.
– Majestad, mi amo el Marqués de Carabás le envía estos conejos – mintió el gato.
– ¡Oh, muchas gracias! – respondió el monarca – Dile a tu dueño que le agradezco mucho este obsequio.
El
gato regresó a casa satisfecho y partir de entonces, cada semana acudió
al palacio a entregarle presentes al rey de parte del supuesto Marqués
de Carabás. Le llevaba un saco de patatas, unas suculentas perdices,
flores para embellecer los lujosos salones reales… El rey se sentía
halagado con tantas atenciones e intrigado por saber quién era ese
Marqués de Carabás que tantos regalos le enviaba mediante su espabilado
gato.
Un día, estando el gato con su amo en el bosque, vio que la carroza real pasaba por el camino que bordeaba el río.
– ¡Rápido, rápido! – le dijo el gato al joven – ¡Quítate la ropa, tírate al agua y finge que no sabes nadar y te estás ahogando!
El
hijo del molinero no entendía nada pero pensó que no tenía nada que
perder y se lanzó al río ¡El agua estaba helada! Mientras tanto, el
astuto gato escondió las prendas del chico y cuando la carroza estuvo lo
suficientemente cerca, comenzó a gritar.
– ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Mi amo el Marqués de Carabás no sabe nadar! ¡Ayúdenme!
El
rey mandó parar al cochero y sus criados rescataron al muchacho ¡Era lo
menos que podía hacer por ese hombre tan detallista que le había
colmado de regalos!
Cuando estuvo a salvo, el gato mintió de nuevo.
– ¡Sus ropas no están! ¡Con toda esta confusión han debido de robarlas unos ladrones!
–
No te preocupes – dijo el rey al gato – Le cubriremos con una manta
para que no pase frío y ahora mismo envío a mis criados a por ropa digna
de un caballero como él.
Dicho y
hecho. Los criados le trajeron elegantes prendas de seda y unos cómodos
zapatos de piel que al hijo del molinero le hicieron sentirse como un
verdadero señor. El gato, con voz pomposa, habló con seguridad una vez
más.
– Mi amo y
yo quisiéramos agradecerles todo lo que acaban de hacer por nosotros.
Por favor, vengan a conocer nuestras tierras y nuestro hogar.
–
Será un placer. Mi hija nos acompañará – afirmó el rey señalando a una
preciosa muchacha que asomaba su cabeza de rubia cabellera por la
ventana de la carroza.
El falso
Marqués de Carabás se giró para mirarla. Como era de esperar, se quedó
prendado de ella en cuanto la vio, clavando su mirada sobre sus bellos
ojos verdes. La joven, ruborizada, le correspondió con una dulce
sonrisa que mostraba unos dientes tan blancos como perlas marinas.
–
Si le parece bien, mi amo irá con ustedes en el carruaje. Mientras, yo
me adelantaré para comprobar que todo esté en orden en nuestras
propiedades.
El amo subió a la
carroza de manera obediente, dejándose llevar por la inventiva del gato.
Mientras, éste echó a correr y llegó a unas ricas y extensas tierras
que evidentemente no eran de su dueño, sino de un ogro que vivía en la
comarca. Por allí se encontró a unos cuantos campesinos que labraban la
tierra. Con cara seria y gesto autoritario les dijo:
–
Cuando veáis al rey tenéis que decirle que estos terrenos son del
Marqués de Carabás ¿entendido? A cambio os daré una recompensa.
Los
campesinos aceptaron y cuando pasó el rey por allí y les preguntó a
quién pertenecían esos campos tan bien cuidados, le dijeron que eran de
su buen amo el Marqués de Carabás.
El
gato, mientras tanto, ya había llegado al castillo. Tenía que conseguir
que el ogro desapareciera para que su amo pudiera quedarse como dueño y
señor de todo. Llamó a la puerta y se presentó como un viajero de paso
que venía a presentarle sus respetos. Se sorprendió de que, a pesar de
ser un ogro, tuviera un castillo tan elegante.
–
Señor ogro – le dijo el gato – Es conocido en todo el reino que usted
tiene poderes. Me han contado que posee la habilidad de convertirse en
lo que quiera.
– Has oído bien – contestó el gigante – Ahora verás de lo que soy capaz.
Y como por arte de magia, el ogro se convirtió en un león. El gato se hizo el sorprendido y aplaudió para halagarle.
–
¡Increíble! ¡Nunca había visto nada igual! Me pregunto si es capaz de
convertirse usted en un animal pequeño, por ejemplo, un ratoncito.
–
¿Acaso dudas de mis poderes? ¡Observa con atención! – Y el ogro,
orgulloso de mostrarle todo lo que podía hacer, se transformó en un
ratón.
¡Sí! ¡Lo había conseguido! El
ogro ya era una presa fácil para él. De un salto se abalanzó sobre el
animalillo y se lo zampó sin que al pobre le diera tiempo ni a
pestañear.
Como había planeado, ya no
había ogro y el castillo se había quedado sin dueño, así que cuando
llamaron a la puerta, el gato salió a recibir a su amo, al rey y a la
princesa.
– Sea
bienvenido a su casa, señor Marqués de Carabás. Es un honor para
nosotros tener aquí a su alteza y a su hermosa hija. Pasen al salón de
invitados. La cena está servida – exclamó solemnemente el gato al tiempo
que hacía una reverencia.
Todos
entraron y disfrutaron de una maravillosa velada a la luz de las velas.
Al término, el rey, impresionado por lo educado que era el Marqués de
Carabás y deslumbrado por todas sus riquezas y posesiones, dio su
consentimiento para que se casara con la princesa.
Y
así es como termina la historia del hijo del molinero, que alcanzó la
dicha más completa gracias a un simple pero ingenioso gato que en
herencia le dejó su padre.
La Liebre y La Tortuga
En el mundo
de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de
pregonar que ella era la más veloz y se burlaba de ello ante la lentitud de la
tortuga.
- ¡Eh, tortuga,
no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! Decía la liebre riéndose de
la tortuga.
Un día, a la
tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre:
- Estoy
segura de poder ganarte una carrera.
- ¿A mí?
Preguntó asombrada la liebre.
- Sí, sí, a
ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.
La liebre,
muy engreída, aceptó la apuesta.
Así que
todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho señaló los
puntos de partida y de llegada, y sin más preámbulos comenzó la carrera en
medio de la incredulidad de los asistentes.
Astuta y muy
confiada en sí misma, la liebre dejó coger ventaja a la tortuga y se quedó
haciendo burla de ella. Luego, empezó a correr velozmente y sobrepasó a la
tortuga que caminaba despacio, pero sin parar. Sólo se detuvo a mitad del
camino ante un prado verde y frondoso, donde se dispuso a descansar antes de
concluir la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la tortuga siguió
caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse.
Cuando la
liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a una corta
distancia de la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas,
pero ya era muy tarde: ¡la tortuga había alcanzado la meta y ganado la carrera!
Ese día la
liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que burlarse
jamás de los demás. También aprendió que el exceso de confianza es un obstáculo
para alcanzar nuestros objetivos. Y que nadie, absolutamente nadie, es mejor
que nadie.
El Molino Mágico
Adaptación de la leyenda popular de Noruega
Una antigua leyenda de Noruega nos cuenta por qué el agua del océano es salada ¿Queréis conocer la historia?…Parece ser que hace muchísimos años, vivía en el norte de Europa un hombre que se dedicaba a recorrer el mundo en su viejo barco. Era un capitán valiente y acostumbrado a vencer las más temibles tempestades, pero por lo visto, también muy ambicioso: le encantaba amasar dinero y ganar cuanto más mejor.
Surcaba los mares transportando mercancías que luego vendía en diferentes puertos del mundo. Si cerraba un buen trato, pagaba a los marineros de su tripulación lo que les correspondía, guardaba sus propias ganancias a buen recaudo en su camarote, y silbando de alegría agarraba el timón para dirigirse a un nuevo destino.
En una ocasión, llegó a un importante puerto de Noruega donde multitud de comerciantes vendían el pescado fresco recién capturado. Al capitán le dio buena espina ver tanto bullicio y se acercó a la lonja deseando hacer un negocio redondo.
Mientras paseaba por allí, observó que un anciano de barba blanca y sombrero de lana calado hasta las orejas, ofrecía unos enormes bloques de sal. Inmediatamente se acercó, y como no eran demasiado caros, los compró todos. Pesaban mucho y tenía claro que tardaría al menos un par de horas en trasladarlos hasta su embarcación, pero le daba igual: el esfuerzo bien merecía la pena porque sabía que en otros países, le comprarían esa sal a precio de oro.
Anochecía cuando soltó amarras y, junto a su tripulación, viró el barco rumbo al sur. Las estrellas le servían de guía y el mar estaba en calma como una balsa de aceite. Parecía una noche perfecta, pero súbitamente, aparecieron unos enormes nubarrones y estalló una terrible tormenta. La lluvia empezó a inundar el barco y la fuerza de las olas casi les impide mantener el barco a flote.
Por suerte, consiguieron navegar hasta una pequeña isla con la intención de guarecerse hasta que la tormenta amainara. Nunca imaginaron lo que iban a encontrarse allí.
El capitán y los marineros atravesaron la playa y se adentraron en la zona de bosque buscando una cueva. De pronto, escucharon un misterioso sonido y se escondieron tras una roca. Lo que vieron fue algo realmente extraño: en un claro entre la tupida vegetación, un mago manejaba una máquina rarísima que jamás habían visto. Se fijaron bien y descubrieron de qué se trataba: ¡Era un artilugio que trituraba piedras sin que hiciera falta tocarlo! Lo único que hacía el mago para que se pusiera en funcionamiento era decir:
– ¡Muele que te muele! ¡Muele que te muele! ¡Muele que te muele!
¡Los hombres no podían creer lo que estaban viendo! Habían contemplado muchas cosas insólitas en sus viajes por el mundo, pero nunca un artefacto mágico que trabajaba cuando una voz se lo ordenaba.
El capitán, por supuesto, se empeñó en que ese molino tenía que ser suyo. Puso un dedo sobre sus labios para indicar a los hombres que se mantuvieran en silencio y les pidió que no movieran ni un músculo del cuerpo para no ser descubiertos.
Durante un buen rato, el grupo permaneció quieto, observando… La espera se hizo eterna. Finalmente, el hechicero acabó de moler la piedra, cogió el saco y se fue.
¡Había llegado el momento! El capitán y los marineros se abalanzaron sobre el molino para robarlo y lo transportaron sigilosamente hasta el barco. El sol volvía a lucir en lo alto y pudieron salir zumbando de aquella ínsula.
Nada más alejarse de la costa, el capitán se puso manos a la obra ¡Tenía muy claro cómo sacarle provecho al molinillo! Se dio cuenta de que podía moler los gigantescos bloques de sal que había comprado en el puerto de Noruega y venderla en sacos pequeños. Definitivamente, se haría muy rico.
Colocaron la máquina en la bodega y metieron dentro los bloques de sal. Terminada la complicada operación, el capitán mandó salir a todo el mundo para quedarse a solas y comenzó a gritar:
– ¡Muele que te muele! ¡Muele que te muele! ¡Muele que te muele!
Como esperaba, los grandes bloques empezaron a desmenuzarse convirtiéndose en millones de granos finos, más pequeños incluso que los de la arena de la playa.
Todo iba sobre ruedas, pero el capitán no tuvo en cuenta la potencia de la máquina y en cuestión de minutos la sal comenzó a esparcirse, salió por la puerta e invadió la cubierta de la nave. Asustadísimo, quiso parar el molino, pero no pudo y se encontró con una situación descontrolada.
La sal se desparramaba por todas partes y estaba a punto de llegar a la cima del mástil que sostenía la bandera. Por si esto fuera poco, debido al peso, el barco comenzó a hundirse. A los desesperados marineros y al capitán no les quedó más remedio que saltar al agua para intentar salvar sus vidas.
Por suerte, consiguieron llegar a nado hasta la costa más cercana. Desde allí, agotados por el esfuerzo, contemplaron con tristeza cómo el barco desaparecía para siempre bajo el profundo y oscuro océano.
Cuenta la leyenda que, aun hoy en día, el molino mágico continúa moliendo la sal dentro de los restos hundidos del barco y que por eso todos los océanos y mares del mundo son salados.
CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA
Suscribirse a:
Entradas (Atom)